18.4.17

Icosaedro I

Últimamente estaba escribiendo sobre flores
y las manos que las llevan. El aroma y su textura.
Últimamente las flores se marchitan en tu hogar, me decís.
El agua de la canilla no es cristal es arsénico, amor. Te repito.
Ya no me rehúso a ver más allá de lo que siento
Sigo el camino sin parpadear, me conmuevo.
Improviso que te encuentro en todos mis estados:
acelerando, corriendo, bailando, saltando, mirándote a los ojos.
Lo increíble de esta primer quincena es la huida casi unánime
de todos los pájaros de maravillosas plumas que visitaban mi hogar.
Todas las noches podíamos hablar de nuestra infancia
y de los colores favoritos de cada persona que conocimos en esta vida.
Uno en particular me llenaba la boca de plumas hasta asfixiarme
y  en el delirio sofocado, nos seguíamos besando hasta sangrar.
A la mañana abría la ventana invitándolo a partir.
Hoy soy yo la que quiere partir muy lejos de casa,
partirme en mil figuras geométricas
que encajen en todos esos lugares que aún no conozco.

Amor,
me estoy dejando envolver por un icosaedro
porque a pesar del aire al que pertenezco,
de a poco voy cayendo,
gota a gota.
Soy agua que fluye en un cuerpo lleno de emociones.

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