y pensar en tus grandes ojos y el por qué dejamos de vernos, apartando la imagen del verano sin tregua y terceros que no vienen al caso porque son la causa.
Sin querer re descubrí tus lunares, tu sonrisa, los tonos de tu voz que, de tanto en tanto, van y vienen dependiendo de cuán trascendental sea lo que estés contando. Tus manos firmes, ásperas. Tus dientes, tu boca, otra vez tu sonrisa y la mirada seria que ciertas arrugas nos convencen de lo contrario y todo vuelve a la normalidad. La forma de sentarte, como te inclinas para asir el vaso y servirte un poco más de vino, para acariciar la guitarra. Sin querer te observaba, toda la noche desde que llegaste, me perdía el presente y volvía el pasado jugando con el qué hubiese sido, y qué se yo qué hubiese sido, porque ahora estábamos ahí, riendo, hablando, dejándonos llevar por nuestras mejillas rojas por tanto vino, por la cerveza, por libros y bailes y noches que estan ahí, mirando como nos burlamos del tiempo, del verano sin tregua y los terceros que no tienen nada que ver en este destiempo inocente de volvernos a ver.
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