La búsqueda y la espera: el Infinito.

voy a comenzar a escribir por qué no voy más allá, por qué reprendo los impulsos de sangrar, de mezclarnos de una buena vez.
Es simple el hecho de mi búsqueda y la frustración de quedarme siempre en el lugar de la partida. Quiero llegar y en el camino te encuentro, sos el obstaculo que pesa. Me pesa. Entonces te apoyo en el suelo y me siento al lado a entretenerme un rato. Se siente bien, acepto los estimulos, me abrazo a ellos. Y justo en el momento preciso de la verdad ¡huyo despavorida! Huyo al darme cuenta que si me entrego al vacío de brazos extendidos como lo hice (¿lo hice?) y lo volveré a hacer, me voy a encontrar con la realidad, con el ansiado punto de llegada, que sin ir más lejos siempre había estado ahí y yo como una estúpida lo confundía con un obstáculo. Entonces (como antes y de nuevo ahora) me pongo en pié de un solo salto y sigo andando. Dejándote atrás, en el suelo, con gestos inentendibles. En parte, quizás, porque no entendés cómo puedo ser de la forma en que me comporto y por otro lado porque yo tampoco lo entiendo. A vos (a mi).
Está bien, el silencio no nos dice nada y a mí me lo sugiere TODO! todo para seguir corriendo en la búsqueda interminable que, supongo, terminará cuando alguien finalmente me explique que los sentimientos son infinitos e irrepetibles. Impenetrables unos con otros, que no se mimetizan jamás aunque así lo creamos la mayoría de las veces cuando amamos a alguien y ese alguien es tan correspondido y no sé qué digo porque a mi nunca me pasó, lo supongo, pero seguro me equivoco.
Me observo ahí, en el eje que divide el bien y el mal. Dos objetos, por llamarlos de alguna manera, tan recurrente en la vida de todos (y es tan fácil respirar).
No me encuentro pidiendo auxilio. No me siento completa, ni acabada.
No me siento a mirarme al espejo, a sacarme los ojos, a dormir imaginándomelo todo.
Escribir ya no es lo mismo que antes.