11.7.10

Darme cuenta.
Un estado simultáneo, mil imagenes con miles de situaciones diferentes que se intercalan unas con otras, sucesivamente. Ninguna llega a nada en concreto, es sólo la idea que me proyecto. Idealista e ilusa. Como hoy a la tarde cuando desperté finalmente de aquel letargo, sonriendo. Sonriéndome. Estaba maravillada y para despistar pregunté si era posible que estuviese lloviendo. Por Dios, ¿cómo es posible pensar siquiera que la lluvia es algo imposible?. Tan cómoda me encontré de repente, me hundía, me regocijaba, me abrazaba, me acobijaba. Los pensamientos comenzaron a dispararse. Las preguntas. Las respuestas. Las suposiciones. Ese cuestionario infinito que me hago y que por suerte esta vez era gratamente recibido. Todavía la felicidad es una palabra mayor (indiscutiblemente mayor), me despreocupo de ella digamos. Lo vuelvo a hacer nuevamente. Quise imponer un efecto de frialdad, aparentemente desconozco el resultado adquirido. Es que no valen las palabras, más bien las miradas o el roce casual o la mirada casual. El roce de miradas casuales mejor dicho.
No sé, es divertido despertarse de repente y tener la absoluta convicción ó darte cuenta, por así decirlo, de que en este preciso momento (hablo del ahora) no estás interesada por nadie en (particular).

Divertido... como también aburrido obviamente.

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